top of page

INVASION  DE BABILONIA:

 

Cuando en 586 a.c. Nabuconodosor Rey de Babilonia    sitió y conquistó Jerusalem y destruyó el Templo de Salomón, la dispersión se intensificó. La mayor parte de la población fue llevada al exilio en Babilonia era una nación con una economía próspera je hacia Egipto y otros cuantos permanecieron en Samaria preservando su forma de vida original por muchos siglos de aislamiento.
    

Para los exiliados y a diferencia de su tierra natal, Babilonia era una nación con un economía próspera y tierras muy fértiles, y les permitió participar en la vida del imperio y organizar su propia comunidad. 

INVASION  PERSA:

 

En 538 a.e.c. los persas conquistaron Babilonia. El rey Ciro se encontró con un imperio que dominaba numerosas nacionalidades y adoptó una política de conciliación y tolerancia. Ciro permitió a los judíos el retorno a Judea y la reconstrucción del Templo de Jerusalem.
    

Sin embargo, gran parte de los exiliados decidió permanecer en Babilonia y durante siglos envió contribuciones al desarrollo de su tierra natal, evitando así cortar los lazos espirituales y materiales con ésta. Los judíos que emprendieron el retorno se dedicaron a reconstruir el templo y a reorganizar la nación. La conquista persa estableció la diferencia entre el exilio forzado y el inicio de la vida en la Diáspora.

 

INVASION  ROMANA:

 

Los judíos fueron llevados en cautiverio a Roma y vendidos como esclavos. Por ende, el retorno a Jerusalem se convirtió en un ideal de libertad que no sólo obstruyó la posible asimilación de la identidad judía, sino que creó un fuerte lazo de unión espiritual entre los judíos de Judea y los que quedaban dispersos.
 

Después de la destrucción del Segundo Templo, la unidad de este pueblo permaneció intacta. Esto se debió principalmente a que conservaron los factores de su identidad judía sin menospreciar las leyes y costumbres de los países que habitaron, identificándose plenamente con las naciones que los acogieron.

bottom of page